El Diamante (Colombia), 18 sep (EFE).- "Vamos, que está jugando Falcao"; no cabe duda de que el fútbol es la quintaesencia de la globalización y un campamento de las FARC no es la excepción: los guerrilleros hablan de fútbol, portan camisetas de sus equipos y siguen a los astros colombianos que triunfan en Europa.
Por encima de las eternas botas de caucho, fundamentales en estos casos, y los pantalones propios de la guerrilla, muchos llevan las camisetas del Atlético de Madrid, Barcelona, Real Madrid o Manchester City.
Hay inflación merengue, James ha multiplicado entre los guerrilleros, como entre el resto de colombianos, la devoción por el equipo blanco.
El fútbol también es el responsable de romper las rutinas de quienes esperan a que sus mandos salgan de la conferencia y aprovechan para animar al Mónaco de Falcao o ver el resumen de la jornada europea en el único bar habilitado en la zona.
"En el monte ver a esas estrellas era la forma de olvidarse de la realidad", comenta Jairo -nombre ficticio-, uno de los guerrilleros que sigue la conferencia con la elástica de James.
Allí tuvo que dejar el fútbol sala que practicaba con devoción y ahora, a punto de volver a la vida civil, sueña con volver a hacerlo de forma profesional y así visitar las ciudades que hoy ve en la televisión.
El fútbol es también la forma más plausible de iniciar una conversación con quienes llevan años en la montaña, lustros de guerra que resumen con naturalidad: "yo llevo poco, apenas ocho años", comenta Jairo ante la sorpresa de sus interlocutores para quienes casi una década de guerra se antoja una eternidad.
Para él, es además la forma de recorrer el mundo, conoce Madrid por sus equipos y bromea al imaginar un derbi castizo entre los aficionados guerrilleros del Atlético y el Real, aunque reconoce que también hay muchos hinchas del Barcelona.
Sin embargo en la guerrilla la forma de ocupar el tiempo no es jugar al deporte rey, sino practicar el voleibol. Los comandantes temen que se puedan lesionar y no sean capaces de continuar las marchas obligadas por una geografía compleja.
También entre ellos comentan la liga local y no se privan en llevar los colores del Deportivo Cali, Atlético Nacional o un equipo cuyo nombre es tan poco adecuado para una guerrilla de fundamento marxista-leninista como Millonarios.
"Cuando jugaba Santa Fe, los gritos de mi compañera se escuchaban por todo el monte", rememora Sergio -nombre también ficticio- mientras toma una cerveza al lado del salón donde sus compañeros siguen las novedades de la jornada futbolera.
La paradoja se multiplica cuando a su lado pasan sus compañeros de armas, todos ellos sin fusiles, portando camisetas alusivas a las FARC, algunas con hoces y martillos, imágenes de Stalin, Lenin, Marx o el Che Guevara y eslóganes revolucionarios.
Para ellos es algo natural, no piensan en la contradicción ideológica que supone, solo es un hobby con el que pasan las horas y que no toma parte de las lecciones sobre doctrina política revolucionaria, no plantean si son multinacionales o el "enemigo capitalista" infiltrado.
¿Y tú de qué equipo? "Yo del que lleva el color de nuestros montes, de Atlético Nacional", dice Sergio sobre el equipo Verdolaga.
Eso sí, guarda simpatías con el otro verde de Colombia, el Deportivo Cali.
Los laureles del club de sus amores crecieron notablemente este año cuando levantaron su segunda Copa Libertadores, de la que Sergio no tiene noticia: "brindemos por ella", apostilla feliz.
Con la sempiterna imagen del Che, siguen esos partidos y muchos no tuvieron ocasión de ver la histórica participación de su selección en el Mundial de Brasil 2014.
Eso sí, los resultados los tienen claros y saben que "fue gol de Yepes", frase que se ha convertido casi en un emblema nacional y hace referencia al tanto del defensor colombiano que fue anulado en cuartos de final ante el anfitrión.
El Mónaco ganó este sábado, con gol de Falcao, y hubo festejo contenido.
Gonzalo Domínguez Loeda