En una jornada histórica y cambiante del Mundial de Clubes, Palmeiras avanzó en la prórroga, Chelsea sobrevivió a la tormenta más larga y Messi vivió una noche amarga ante el PSG. Mientras tanto, Harry Kane y el Bayern demostraron que el fútbol alemán sigue teniendo pólvora de sobra. Cuatro partidos intensos, cuatro relatos distintos… y muchas lecciones.
El fútbol, como la vida, se define muchas veces por cómo se responde en momentos de caos, de adversidad o de gloria. En estos octavos de final del Mundial de Clubes, cada uno de los grandes nombres dejó una imagen poderosa para el recuerdo: Palmeiras con su fe en la resistencia, Chelsea con su insistencia en el tiempo, Messi con su impotencia ante la superioridad europea, y Harry Kane con su frialdad letal.
En un duelo cerrado entre brasileños, el Palmeiras venció por la mínima al Botafogo gracias a un golazo de Paulinho al minuto 100. El equipo paulista, que no le ganaba al Fogão desde noviembre del año anterior, necesitó de la prórroga para romper el equilibrio de un encuentro tenso y sin brillo ofensivo. Fue un triunfo trabajado, de madurez, que coloca al Verdao en cuartos de final donde enfrentará a un Chelsea que vivióliteralmente el partido más largo del mundo.
En Charlotte, Estados Unidos, Chelsea y Benfica ofrecieron un espectáculo tan accidentado como inolvidable. Entre tormentas eléctricas, un parón de dos horas, una expulsión, un penalti agónico de Ángel Di María y una prórroga con tres goles blue, el equipo inglés se impuso por 1-4 en un duelo con ribetes cinematográficos. Christopher Nkunku, salido del banquillo, lideró el sprint final con un gol oportunista, seguido por los tantos de Pedro Neto y Kiernan Dewsbury-Hall.
El Chelsea, que había empezado ganando con un gol de Reece James, pagó cara una mano de Malo Gusto que derivó en el penal de Di María. Pero una vez más, la profundidad de plantilla, el ritmo físico y la claridad ofensiva impusieron la lógica: ganó el gigante. Lo curioso es que su premio será otra batalla de sudor y músculo ante Palmeiras, en los cuartos de final.
Por su parte, Leo Messi vivió una de esas noches que duelen, no tanto por el resultado, sino por el contraste con lo que fue. En Atlanta, el PSG no tuvo piedad del Inter Miami y lo goleó 4-0 con autoridad. El campeón de Europa impuso su ritmo desde el inicio, con un tanto tempranero y un doblete de Joao Neves, acompañado por un autogol de Avilés y el cierre de Achraf Hakimi. Messi, Busquets, Suárez y Jordi Alba parecieron por momentos fantasmas de su pasado glorioso ante un equipo parisino que incluso quitó el pie del acelerador en la segunda mitad.
El fútbol es cruel con las leyendas cuando las piernas ya no responden igual, y Leo, quizás más lúcido que nunca, lo sabía desde el empate ante Palmeiras. Esta goleada no es más que la confirmación.
En el último duelo, el Bayern Múnich exhibió su pegada en Atlanta frente a un Flamengo que intentó pero no pudo seguir el ritmo bávaro. Un autogol de Pulgar, un doblete de Harry Kane y un tanto de Goretzka sellaron el 2-4 definitivo, a pesar de los esfuerzos brasileños con goles de Gerson y Jorginho (de penal). La presión alemana, la salida ordenada desde atrás y el oportunismo de Kane inclinaron el duelo desde temprano. Flamengo dejó chispazos de calidad, pero pagó caro sus errores y se despidió con dignidad, aunque superado.
El Mundial de Clubes, hasta ahora, ha mostrado algo que no siempre se quiere aceptar: la brecha entre los grandes de Europa y el resto sigue existiendo. No importa que el Benfica haya vencido al Bayern en fase de grupos, ni que el Palmeiras haya estado invicto hasta ahora. Cuando el talento, el físico y la banca entran en escena, los equipos del Viejo Continente marcan diferencias.
Sin embargo, no todo es desigualdad. Hay pasión, hay crecimiento y hay historias. La despedida de Di María de Europa, el renacer de Nkunku, la seriedad con la que Palmeiras encara cada duelo, la frustración de Messi, la solvencia de Kane… Todos esos elementos hacen del torneo algo más que un simple escaparate de poder. Es un espejo, a veces incómodo, de lo que cada equipo es hoy.
La gran pregunta ahora es si alguien podrá romper el dominio europeo en las fases decisivas. Palmeiras y PSG, en especial, parecen tener argumentos. Pero Chelsea y Bayern, con sus nombres y profundidad, parten como favoritos.
Por: Rodolfo Mendoza