Los equipos suelen tener un tiempo de vida: nacen, se gestan, maduran y en algún momento, culminan. Estas etapas de gestación evolucionan de manera cíclica, no son un proceso de continuidad ascendente. Lo que ayer fue potencialmente útil hoy se revela como anacrónico dependiendo del contexto. Panamá está viviendo su segunda fase de maduración con Christensen como su padre vigente en este periodo. La reformulación del sistema, las necesidades de un lavado de cara y el cambio promovido para elevar la competitividad han sido algunas de las claves que han permitido a Panamá crecer como conjunto. En este segundo texto de fin de año orientaremos la mirada no solo al funcionamiento del nuevo módulo (3-4-3/5-2-3), sino también al mode
El sacrificio del media-punta
Los males que se acusaron en la eliminatoria del ya pasado Mundial 2022 se diagnosticaron en la parte baja de la escuadra. La defensa sufrió en demasía el atrevimiento con el cual Panamá afrontaba sus partidos, siempre hacia adelante, con agresividad en la tenencia y un ritmo de juego elevado y acelerado. La consecuencia fue una cascada de goles recibidos por la descompensación de la transición defensiva. Este punto en concreto instó a Christensen a replantearse el esquema. Es por lo cual que decidió dar cabida a un nuevo central, aunque ello le supusiera perder poder arriba sacrificando a un media-punta. Panamá debía trabajar para compenetrar a esta nueva pieza sin perder los rasgos definitorios que le hicieron mostrar su mejor versión. La integración fue paulatina.
En los primeros amistosos hubo señales que atisbaron un giro de 180°. El equipo empezó a instalarse más abajo, a tener menos tiempos de posesión y a buscar lo más rápido la portería una vez se recuperaba la esférica. Se mejoró defensivamente, pero el control con balón se perdió, había distancias largas que impedían juntarse en pocos metros, y las relaciones no terminaban de aceitarse. Era un conjunto ajeno a su juego anterior y en ello se debía trabajar.
Fue la Copa Oro la que supuso ese punto de inflexión, y más que eso, supuso un cambio para mejor. Con una selección que ya empezaba a absorber al nuevo miembro de su zaga, sin que ello le supusiera modificar sus formas. El equipo empezó a estrecharse de una manera incluso más radical de lo que hizo en su año 2021. La cadencia de la circulación bajó, se empezaron a imprimir pausas desde primeras alturas que ayudaban a gestar un ataque posicional rico y útil para empujar al rival, crearle inestabilidad y solidificar una organización que pudiera cortar los contragolpes de raíz, o al menos, ralentizarlos para el repliegue. Panamá que sobre su anterior dibujo atacaba excesivamente rápido, ahora adaptaba los ritmos a conveniencia.
Lo que funciona no se toca
En el 4-2-3-1 anterior, Panamá posicionaba a su doble pivote como el centro neurálgico de su juego. Desde ahí se organizaba, creaba rutas de salida, progresión y marcaba los tempos de la jugada. La sinergia y complementariedad de los perfiles era notable. El nuevo modulo no ha supuesto una variación a esto, pero hay matices. El equipo siguiendo la tendencia posicional imperante en nuestra época de organizarse estructuralmente en 3-4-2-1 a nivel ofensivo, no ha cesado ni un ápice funciones de su pareja de volantes. De hecho, las responsabilidades para con su juego se han visto ampliadas. Godoy y Carrasquilla siguen moviendo los hilos, – y el resto moviéndose con ellos – pero su rango de acción es mucho mayor. Ya sea para crecer lateralmente o por el exterior con uno de ellos dos abriéndose a lo ancho en primera línea, dirigiendo el circuito de pases desde abajo, o manteniendo la segunda altura, con funciones más típicas por dentro filtrando y basculando la posesión hacia terreno despejado. Ambos tienen libertades para alternarse los perfiles por donde quieran participar. Ahora, al no haber un hombre extra en ataque, es bastante común que tanto Aníbal como Adalberto suelan alternar con más frecuencia escalones, intercalando alturas, pisando zonas más próximas a tres cuartos y llegando a la frontal. Esto se ha convertido en una necesidad para añadir variantes al ataque, siendo el segundo especialmente el más involucrado en esa tarea. Carrasquilla ya no solo agiliza posesiones desde abajo, sino que acaba por ser el hombre más determinante de la selección arriba cortando con pases y conducciones para habilitar a los de ataque. El cambio le ha retado y él ha asumido ese reto con suficiencia.
El baile en ataque
La delantera es la zona más inestable, donde hay menos nombres fijos que se les pueda atribuir el cartel de insustituibles. Aunque algunos como Ismael y Fajardo puedan llevar el peso de las titularidades, suelen ser las posiciones donde Christiansen mueve más al equipo. En cuanto a funcionamiento también varia. Los perfiles de los jugadores marcan las formas de ataque en su conjunto, pero Thomas si ha mostrado predilección por unas cualidades determinadas: movilidad y dinamismo. Los de arriba tienen que dar margen a los de abajo. Esencialmente, deben ser agitadores, jugadores que rompan al espacio continuamente y que estiren la línea defensiva pero que, a su vez, ejerzan como vínculos entre líneas. Este fue uno de los puntos que le impidió a Panamá ganar cierta estabilidad a la hora de mover el balón, pero poco a poco se ha ido asimilando.
Bien es cierto que los tres atacantes parten en una zona, pero hay muchas libertades para pisar diferentes pasillos y moverse. Aquí viene una de las más grandes diferencias con otros modelos: Panamá usa atacantes puros en esa parcela a espalda de los mediocampistas rivales, y algunos de ellos son extremos haciendo las veces de media-punta. Donde otros suelen colocar mediocampistas, la escuadra de Thomas no tiene especialistas ahí. Salvo cuando juegan Bárcenas o Quintero – futbolistas que siendo atacantes saben relacionarse como enganches – el resto son futbolistas con tendencia a acelerar las jugadas. Esta marca suele impedir momentos de pausa arriba, pero teniendo a tan buenos lanzadores en los jugadores que construyen, Panamá optimiza a cien por ciento estos recursos. Por eso no es habitual el equipo sufra momentos de atasco, porque la profundidad y el movimiento siempre está presente.
De laterales a carrileros, de línea de 4 a línea de 5
El entrenador danés adjudicó un papel capital en el último tercio a los laterales durante su primer año. Con el cambio de fichas, esto se ha mantenido, pero adhiriendo todo lo que conlleva jugar con carrileros. Uno los grandes males a solucionar fue la altura de estos: pesaban demasiado abajo, por mucho tiempo y sin ganar posición adelantada. Eso permitía que los oponentes de afuera de la última línea pudieran ir a apretar e incomodar y que no se hiciera ancho el campo tanto como se debía. A medida que el sistema ha ganado tiempo, esto se ha corregido. Ahora ambos fijan alto, o en altura media, y salvo en situaciones puntuales de una salida desde abajo en reinicios con portero, su participación está más relacionada con llegar a posiciones definitorias. Ahí Murillo y Davis continúan incidiendo tanto como antes. Ya no con la llegada por sorpresa de ser laterales, pero siendo igual de incisivos. La adición de Bárcenas a esa posición además ha sido un añadido interesante.
Cuando toca replegar y defender más abajo también se inician las variantes. Los carrileros bajan y se fusionan con los tres centrales. De esta forma se pasa a defender en bloque medio a partir del 5-2-3, pero que cuando se pierde terreno se cierra el sistema en un 5-4-1, tratando de mantener invariablemente la altura de su campo. Para ello algunos conceptos muy llamativos como el salto lejano de centrales sobre jugadores que bajan a apoyar, o que uno de los medios tenga mayor tendencia agresiva al salto: aquí vuelve a irradiar la figura de Carrasquilla, quien es el encargado de acometer esos robos, mientras el otro medio le cuida la espalda. Esto en gran medida ha contribuido a acercarle a él a montar las transiciones de manera directa si logra recuperar. Aprovechando sus virtudes, el equipo se maximiza.
Mejora a los rivales
En números Panamá se ha erigido por encima de sus homólogos. Sus promedios de posesión (54% contra 45%), goles (1.94% contra 0.88), pases (467 contra 393) y tiros (11.69 contra 10.19) solo ratifican el dominio que ha tenido sobre sus oponentes en las distintas competiciones. Conjuntamente pone sobre la mesa las formas en la que lo ha hecho, haciéndose fuerte desde el balón, pero generando. Un dato también llamativo está en los contraataques que le realizan: apenas un promedio de 0.88, lo que claramente indica que el equipo logra desajustar tanto el sistema defensivo contrario moviendo bien la pelota, que cuando sale la presión tras perdida los desactiva. En entradas al área (24.06 contra 19.19) y centros (14.19 contra 10-69) los canaleros también son superiores. Donde hay todavía margen es en los Xg o goles esperados de los contrarios, donde acumulan un 1.16, insinuando que a Panamá llegan con calidad al área.
Tras un periodo con el nuevo sistema Panamá ha crecido en su juego exponencialmente. Con altibajos en su arranque, pero finalmente alcanzando un nivel estable que le ha permitido posicionarse como una de las mejores selecciones de Centroamérica actualmente. Christensen ha modificado la envoltura, pero el contenido se ha mantenido intacto. Siendo fiel a sus principios, los suyos han completado un año fantástico, uno que, está por ver, puede llegar a ser mejor.